Finalmente, el Mary Lou llegó a Moldiu. Habían pasado tan solo siete días desde que me embarqué en Aicrum, por lo que el pequeño barco había hecho un tiempo nada desdeñable, teniendo en cuenta que tardar diez días era un milagro. A pesar de ello, me dolió el dejar las veinte monedas en la mano del capitán, sintiendo mi bolsa mucho menos pesada que antes. Suspirando resignado, bajé y caminé hacia la ciudad. La calle estaba enlosada, lo cual resultaba muy grato para mis pies tras mi estancia en la ciudad del desierto. A ambos lados de la calle se alzaban altos edificios de mármol oscuro, con sus paredes reflectantes, como si se tratasen de grandes y oscuros espejos. De siempre me había preguntado como una ciudad portuaria y principal enlace de la nación de los magos podía ser tan…siniestra. No llamaba al turismo, por decirlo de alguna manera. De todas formas, Moldiu era la segunda gran ciudad de Kártica y alojaba a una buena cantidad de eruditos, ya que llegaban libros y saber de todas partes del mundo. Aunque la mayoría de ellos terminaban por pasar más tiempo en el burdel que en sus estudios. Continué caminando a través de la espina dorsal de la ciudad en busca de la taberna, ya que en la última semana habrán pasado muchas cosas. Con suerte, algunas de ellas tendrían que ver con los extraños seres.
El lugar era mucho más exquisito que “El Cerdo Volador”. Las mesas estaban dispuestas en filas y columnas, perfectamente ordenadas y cubiertas por una delicada tela de color violeta, sobre la cual se colocaba un mantel de color blanco. Había velas por toda la pared, aunque ahora estaban apagadas, ya que aún quedaban algunos rayos de sol. Ciertamente, el lugar era demasiado...acogedor para mi gusto, pero si quería conseguir información, era lo que tocaba. Busqué una mesa vacía y me senté en ella, ignorando las miradas de la mayoría de los allí presentes, ya que distinguían, a pesar de la suciedad, mi capa de estudiante de hechicería. Nada más sentarme, una joven y morena camarera se acercó hasta mi.
-Vaya, vaya, Caleb. Hacía tiempo que no nos dignabas con tu presencia. ¿En qué puedo servirte, oh gran mago? –preguntó con ironía.
-Déjalo ya, Cathi –contesté secamente mientras me apoyaba en el respaldo de la silla, alzando la cabeza para mirar a la muchacha- Háblame de los extraños seres aparecieron en el norte hace un mes.
-¿Ni siquiera un “hola”? –preguntó la camarera, mostrándose ofendida. Aunque al ver que la expresión de mi rostro no cambiaba, se acercó más a mí, inclinándose de forma que sus labios rozaban mi oído- Demonios. Así es como los llaman. Seres no humanos que asaltan y destruyen pequeños pueblos, pero que avanzan deprisa, dejando un rastro de sangre y muerte. –a pesar de que no podía verla, estaba seguro de que en su rostro se había formado una sonrisa cruel y divertida- Algunos dicen que en pocos días atacarán la capital. Y eso sería una verdadera tragedia, ¿no crees?
Tras decirme esto, se incorporó y se apartó de mi lado hasta ponerse de nuevo frente a mí. Ahora pude ver que, efectivamente, sonreía de esa forma, lo cual, aunque nunca lo admitiría delante de ella, me daba escalofríos.
-¿Y bien, esto es todo? –inquirió mirándome con los ojos entrecerrados.
-Quiero también una habitación para pasar la noche –dije lanzándole mi última moneda. La noche estaba cayendo y alguna otra camarera había encendido las velas de la taberna. Al escucharme, Cathi cogió una llave de su bolsillo con una mano, mientras que con la otra se guardaba el dinero.
-¿Solo deseas una habitación? –me dijo mientras apoyaba los codos sobre la mesa y se echaba hacia delante, mostrando más anatomía que la que debería. Con un rápido gesto, le quité la llave de la mano.
-Sí, solo una habitación –susurré a la vez que me ponía en pie y me dirigía al piso superior, donde estaban las habitaciones.
El segundo piso constaba de varios cuartos individuales y un estrecho pasillo que serpenteaba entre todos ellos. Busqué aquella que había acabado con el dinero que me quedaba y la abrí. Se trataba de una habitación bastante sencilla: una cama en su lado derecho, con las sábanas perfectamente colocadas; una mesilla de noche al lado de ésta, donde reposaba una vela encendida; y una ventana al lado izquierdo. Me deshice de mi capa y capucha, dejándolas a los pies de la cama, tumbándome en esta después. Sin siquiera darme cuenta, me fui quedando dormido, debido al cansancio por el largo viaje. Mis ojos se cerraron lentamente, hasta caer en un profundo sueño. Profundo sueño que apenas duró unos 20 minutos, ya que me despertaron tocando fuertemente la puerta. Resignado, me levanté y fui hacia allí, maldiciendo a quien fuese que se encontrase detrás.
-Te dije que solo quería una habitación, Cathi, no una visita tuya –dije molesto mientras abría la puerta y miraba a la persona que había ahí. Nada más hacerlo, me quedé estupefacto. No era Cathi quien estaba ahí. De hecho, no había ninguna chica, si no que había tres hombres, dos de los cuales podrían perfectamente contar doble. Esos dos vestían armadura, en las que pude distinguir el sello de Khaedara. El otro, que parecía ser el autor de los golpes en la puerta, vestía una túnica de color dorado. Ese era el color de los cargos del gobierno de la ciudad.
-Por orden del gobernador de Kártica, todo mago o estudiante de alto nivel debe acudir inmediatamente a la capital. Es una emergencia –habló el hombre del gobierno.
-¿Q-Qué? –fue lo único que pude responder, ya que estaba adormecido y ligeramente confuso.
-Los Demonios se están acercando peligrosamente a Khaedara –dijo como única explicación, fijándose entonces en las ropa que había puesto antes encima de mi cama.- Veo que sois un estudiante de magia, por lo que debéis acudir al llamamiento. No os preocupéis por cómo llegar, ya que todos los establos tienen la orden de proporcionar un caballo a los magos que se dirijan hacia allí. Ahora, si me disculpa, debo de continuar. Y, por favor, acuda mañana. Es una orden, le recuerdo –mientras terminaba la frase, miró alternativamente a los hombres que tenía a su lado. Tras eso, se dio media vuelta y se marchó a la siguiente habitación.
-Genial –susurré cerrando la puerta y volviendo directamente a la cama. Necesitaría dormir. Mucho, además. Lo único positivo es que podría ver que eran esos....demonios. Y, con algo de suerte, hasta jugaríamos juntos.
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