“Vigilar” “Vigilar” “Vigilar”
Ordenes claras y sencillas. Durante los últimos años, había adquirido cierto prestigio en temas de vigilancia y agilidad entre mi gente, cierto prestigio que desee no tener. “Tomatelo como un pago por tus daños” me habían dicho. Ciertamente, podía haber huido pero, quizás por no querer una vida de furtivo, por estar ocupado o por la extraña relación que surgió entre Irial y yo, acepté el castigo.
Al contrario que muchos, nadie me había enseñado, nadie me había dado un espada y me había dicho ¡muévela! Tuve que llevar una vida de continuos hurtos y viajes que dejaron en mí la profunda huella de la experiencia. Hacía 10 años que había perdido todo rastro de mi familia, y diez años suponían la mitad de mi vida. Pero tranquilos, aquello no era un motivo de añoranza o tristeza para mí, quizás más bien algo que me empujaba a resistir dentro de un mundo que poco a poco llegaba a su fin. Aquel trabajo no me resultaba para nada difícil, es más me gustaba, era… como un juego.
- Tranquilo Vorg, no hay peligro.-volví a tomar un sorbo de aquel liquido azul- Al único que tienes que tener vigilado es a mi. – no puedo negar que si no fuera por esa falta de libertad, ya habría matado a ese viejo.
- No sé como puedes estar tan tranquilo. Irial ha dado la señal de que esta noche tienen planeado el ataque al campamento y tu… Tú eres un niño – no pude evitar soltar una risotada.
- Me encanta escuchar esa palabra. ¿Lo sabías? –todo aquel que me conocía me trababa de loco, pero ¿que se puede esperar de un ilusionista? La niñez… ojala hubiera tenido de eso- Vorg, ¿sabes lo que soy verdad? ¿Sabes lo que puedo hacer? ¿Y si todo lo que ves ahora, fuera un producto de tu imaginación? – ni yo sabía muy bien hasta donde quería llegar, solo quise divertirme un poco- Bueno… más bien de la mía.
Ambos nos encontrábamos sentados en la entrada a una tienda del campamento de batalla,
en la tienda de la “jefa”. Dos lunas brillaban en lo alto del firmamento, revelando una compleja red de tiendas y puestos donde multidud de personas corrian de acá para allá.
Instantáneamente, una figura alta apareció sin hacer ruido ante nosotros, lo único que se podía apreciar era el brillo blanquecino de su piel, sin ningún tipo de vestiduras excepto un viejo pantalón de tela negra. Se movía con una tremenda sutileza, sin hacer ruido, con elegancia. Era uno de nuestra raza, un xhenim.
- Vorg… Te reclaman en la sala de armas – dicho esto, el mensajero agachó la cabeza mientras mi compañero de vigilancia permanecía sentado, mirándome.
- Tic tac, ¿será una ilusión? – entonces, sin previo aviso, una explosión retumbó en el extremo oeste del campamento. Nadie dijo nada, Vorg y el otro xhenim desaparecieron en la negrura mientras yo permanecí sentado alrededor de las llamas, observando las figuras que se creaban en ellas, ¿o las creaba yo? Cuando eres un ilusionista la verdad carece de valor, la relatividad toma las riendas de tu pensamiento y la locura acecha.
- Gracias a Elos… -cerré los ojos, dibujando en mi mente diez niños alrededor de la tienda. Los niños empezaron a jugar- Perfecto…
El problema de mi habilidad es que la gente desconfiaba de la verdad con mayor frecuencia de lo habitual, pero siempre me las apañaba para conseguir que “mi verdad” resplandeciera por encima de las suyas.
Volviendo a la misión. La guerra había estallado en varios sitios del mapa, el desierto de Arahas, las montañas del norte, Pershûj… Las razas menores que ocupaban esos emplazamientos ya habían sucumbido a La Nueva Amenaza, sin embargo, nosotros aún resistíamos, aunque no sé muy bien a qué. Esas criaturas habían aparecido haría poco más de un año y ya habían devastado la mitad de las tierras. ¿De dónde habían salido? No lo comprendíamos, pero el acero nos llamaba a defender lo que era nuestro. No importaba nada más.
Habían traído nuevas armas, artilugios y ciertos trucos que habían conseguido que muchas de las razas menores firmaran pactos con ellos, sin llegar al campo de batalla. Pero nosotros no, nosotros éramos poderosos…
- Altashir… -un susurro dulce llegó a mis oídos- Altashir… -venía de dentro de la tienda. Era la voz de Irial… Dulce, pero ahora cargada de miedo.
Sin pensarlo dos veces me levante de un salto y me desplace entre las cortinas de los aposentos pero… todo estaba vacío y solo una figura ocupaba el enorme habitáculo. Éste tenia una forma redondeada con diversas puertas que daban a otras habitaciones. La decoración se basaba en el morado y multitud de cortinas caían desde el techo haciendo que la estancia cobrara cierto misterio. La figura que tenía clavados sus ojos en él era Irial, la ishri, el alto cargo que guiaba nuestros pasos en la batalla.
- ¿Irial?
Fue entonces cuando me fije en la situación. La mujer estaba en medio de la habitación sin apenas ropa, solo un trozo de tela conseguía cubrir sus partes más deseadas. Su piel blanca brillaba y los dibujos que hacían sus venas negras conseguían un perfecto contraste con esta. Su actual vestimenta me dejaba ver algunos dibujos que nunca había tenido bajo mi mirada, algunos parecían animales, otros palabras… algunos simplemente no tenían relación con nada. Su pelo negro, al igual que el de todos los xhenim, estaba recogido en forma de trenzas.
- Acércate –no pude resistirme a su voz, la conocía desde hace unos meses e Irial había conseguido caerme bien, pero nunca había actuado así. Me acerqué unos pasos, como hipnotizado, mientras seguía observando sus rasgos. Los ojos, completamente negros conseguían una perfecta sincronización con sus labios, también de este pigmento.
Ya solo me encontraba a unos centímetros de la figura, con mis dedos a puntos de rozar su lisa piel, cuando se desvaneció a mi contacto. Risas.
- Pequeño, no eres el único que sabe hacer trucos – Irial apareció detrás de unas cortinas de seda. Aún seguía riéndose. Ahora iba vestida, luciendo un esplendido corsé, con ciertas dagas adheridas de él, y unos pantalones de cuero- Tenías que verte la cara. –su rostro me observo detenidamente, como el de una niña que ve una muñeca por primera vez- Debes controlarte, Vorg te va a matar.
- ¿Pequeño? Me superas en cinco años, y me apostaría algo a que he tenido más gente en mi cama que tu –mi voz sonó enfadada y aquello hizo que la chica parara sus continuas risotadas.
La chica se acercó ágilmente hacia mí y me susurró al oído.
- Pero no soy yo el que se muerte por meterme en mi cama –dicho esto se separó dando un par de brincos- Creo que será mejor que vuelvas a tu puesto, aunque esta noche no se producirá ningún ataque.
Aún no entendía como alguien que se comportaba de manera tan infantil podía guiar nuestros pasos en la guerra, pero si Elos la había elegido nadie podía contrariar su decisión.
- En tal caso, quizás podría hacerte compañía esta noche. Tómatelo como parte de mi trabajo –hice sonar mi voz graciosa y con cierto contenido sensual.
- No duermo con plebeyos –hizo un gesto de desprecio con la mano.
Entonces un cuerno sonó en la lejanía. La batalla había empezado.
0 responses to " "
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Publicar un comentario