Finalmente, no me llevó hacia la ciudad, como yo pensaba en un principio, si no a un grupo de tiendas apartadas de esta, a una prudente distancia. Nada más llegar, la chica que me mantenía cautivo en esa burbuja me llevó a visitar a la que parecía ser la “jefa”. Iba ataviada con un vestido blanco y portaba una corona de serpientes. Su expresión era bastante dura, y algo me decía que no me trataría muy bien. Durante el camino, había podido comprobar un par de cosas: la primera, que parecía haber llegado a otro mundo, si es que era posible; lo segundo, que esta gente menuda y de piel dorada eran unos grandes magos; y la tercera, que los humanos no caíamos en gracia. Nos tenían como seres destructores, que no se preocupan por nada más que por ellos mismos, egoístas, traidores. Y, ciertamente, no iban muy desencaminados. Pero el hecho de que yo fuese uno de sus prisioneros no me alegraba en absoluto. La conversación con ella duró muy poco, tan solo me mandó encerrar en la celda de una de las cabañas tras haberse fijado en el colgante que portaba.
Ahora, me encontraba encerrado, con un guardia vigilando la puerta. Había pensado en usar mi magia para escapar, pero si unos niños habían sido capaces de lanzar un hechizo de sueño, no quería saber lo que podían hacer los mayores. Desde luego, yo solo no podría ocuparme de un grupo numeroso de ellos, por lo que lo mejor ahora era dejarlo estar. Pasaron algunas horas, y la mujer que me trajo en la burbuja vino a visitarme, trayendo consigo una bandeja con un cuenco de comida que, aunque no reconocía, tenía buena pinta
-¿Por qué me habeis encerrado? –pregunté en un susurro cuando se acercó a darme la bandeja.
-Eres un humano, al fin y al cabo. No esperes un trato diferente de Asthrith –supuse que Asthrith era la amable mujer que me había hecho encerrar sin ninguna contemplación.
-¿Un trato diferente? –dije alzando una ceja, extrañado- ¿Soy distinto de otros prisioneros? ¿Por qué?
-Ya lo descubrirás a su debido tiempo, muchacho. Ahora come. Te vendrá muy bien tener energía para lo que te espera –dicho esto, salió de la celda. No quería mostrarlo, pero empezaba a estar nervioso. No sabía que quería esa gente de mi, ni por qué era especial. De todas formas, el nerviosismo nunca me había impedido comer, y aquella comida parecía deliciosa, así que hice lo que ella me pidió y me lo comí.
Pasaron un par de aburridas horas, hasta que hubo algo de movimiento. Comenzaba a hacerse de noche cuando el guardia abrió la puerta de la celda e izo entrar dentro a muchacha. Debía medir algo más de metro y medio y apenas aparentaba ser mayor de edad. Vestía un vestido blanco ceñido por un cinturón, aunque lo que más me llamó la atención fue, a parte de que parecía ser humana, que poseía un colgante muy parecido al mío, el cual se encontraba ahora tapado por mi camisa, aunque se podía ver como rodeaba mi cuello.
-Vaya, pensaba que solo me iban a dar comida para comer –bromeé cuando la chica pasó a la lujosa estancia. Yo me encontraba sentado en el suelo, con la espalda apoyada a la pared, no muy lejos de donde estaba ella- ¿También te han encerrado aquí por ser una humana?
La chica apenas se inmutó. Se limitó a mirarme enfadada. Al principio,apenas me percaté, pero luego sentí como algo penetraba en mi mente, rebuscando en ella, tratando de averiguar cosas sobre mí. En un acto reflejo, alcé una mano para disparar un pequeño carámbano de hielo hacia la extraña, que parecía ser la autora de la intromisión, en busca de romper su concentración y sacarla de mi cabeza. Ella se apartó rápidamente para esquivar mi ataque, que se evaporó al tocar uno de los muros de la celda.
- ¿Eres un brujo?... no, pero no puede ser... no llevas ninguna de las marcas... ¿Y el sexto dedo? ¿O los cabellos rojos? –me dijo, muy asombrada, mientras me mostraba un dedo pequeño al lado del meñique, apenas visible.
-¿Desde cuando hace eso falta para dominar los vientos de la magia, chiquilla? –pregunté mirándola fijamente, manteniendo mi mente alerta, poniéndome en pie y acercándome un poco a ella- ¿Y por qué has entrado en mi cabeza de buenas a primeras? No es una forma muy cortés de empezar una conversación.
- Es una forma de sopesar con qué me he encontrado. Y suele ser bastante útil naturalmente... aunque preveo que es más facil preguntarte como has llegado con esta gente... o quien eres... o de donde vienes... o cualquier cosa –continuaba diciéndome, mientras se sentaba en el suelo y ponía la cabeza entre las manos- Estoy perdida.
-¿Tu también vienes de otro mundo, verdad? –mientras hablaba, sacaba mi colgante de debajo de la camisa, mostrándoselo- Y diría que, desde luego, del mío no vienes –añadí, recordando lo que había dicho antes sobre los brujos- Mi nombre es Caleb. Caleb Firwall. Y no se como llegué aquí, pero me alegro de haberlo hecho. Mi alternativa hubiera sido morir –añadí una ligera sonrisa a mi pequeña broma.
-¿Tu…también?...Yo me llamo Lilith –se rió de forma un tanto desquiciada- Perdona, pero es que no me aclaro aún…Otros mundos…,bueno, cuesta pensar que en realidad la magia haya avanzado tanto.
-De momento, es mejor esperar –contesté mientras me tumbaba en el suelo, boca arriba- Apuesto a que la jefa del lugar también te ha citado a ti para mañana por la mañana. Ya veremos lo que nos cuenta entonces. Es tarde, así que voy a intentar dormir –añadí, cerrando los ojos- Te aconsejo hacer lo mismo. Parece que nuestra estancia aquí podría ser movidita. Oh, y una última cosa: no entres en mi mente de nuevo.
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